Hace
casi treinta años, cuando aún no se había iniciado el proceso de
descolonización contemporáneo, anunciamos la tercera Posición en defensa
de la soberanía y autodeterminación de las pequeñas naciones, frente a
los bloques en que se dividieron los vencedores de la Segunda Guerra
Mundial.
Hoy cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en
número y constituyen el gigantesco y multitudinario Tercer Mundo un
peligro mayor- que afecta a toda la humanidad y pone en peligro su misma
supervivencia- nos obliga a plantear la cuestión en nuevos términos,
que van más allá de lo estrictamente político, que superan las
divisiones partidarias o ideológicas, y entran en la esfera de las
relaciones de la humanidad con la naturaleza.
Creemos que ha
llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren
conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través
de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de
los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la
sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir de
inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción
mancomunada internacional.
La concientización debe originarse en
los hombres de ciencia, pero sólo puede transformarse en la acción a
través de los dirigentes político. Por eso abordo el tema como dirigente
político, con la autoridad que me da el haber sido precursor de la
posición actual del Tercer Mundo y con el aval que me dan las últimas
investigaciones de los científicos en la materia.
Los hechos
El
ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio
ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y
si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra,
sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas
décadas.
La humanidad está cambiando las condiciones de vida con
tal rapidez que no llega a adaptarse a las nuevas condiciones. Su
acción va más rápido que su captación de la realidad y el hombre no ha
llegado a comprender, entre otras cosas, que los recursos vitales para
él y sus descendientes derivan de la naturaleza y no de su poder mental.
De este modo, a diario, su vida se transforma en una interminable
cadena de contradicciones.
En el último siglo ha saqueado
continentes enteros y le han bastado un par de décadas para convertir
ríos y mares en basurales, y el aire de las grandes ciudades en un gas
tóxico y espeso. Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero
ahora ha erigido una civilización del automóvil que se asienta, sobre un
cúmulo de problemas de circulación, urbanización, inmunidad y
contaminación en las ciudades y se grava las consecuencias de la vida
sedentaria.
Despilfarro masivo
Las
mal llamadas "Sociedades de Consumo", son, en realidad sistemas
sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, por el que el gasto
produce lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes
necesario o superfluos y, entre estos, a los deberían ser de consumo
duradero, con toda intención se les asigna cierta vida porque la
renovación produce utilidades. Se gastan millones en inversiones para
cambiar el aspecto de los artículos, pero no para reemplazar los bienes
dañinos para la saluda humana, y hasta se apela a nuevos procedimientos
tóxicos para satisfacer la vanidad humana. Como ejemplo bastan los autos
actuales que debieran haber sido reemplazados por otros con motores
eléctricos, o el tóxico plomo que se agrega a las naftas simplemente
para aumentar el pique de los mismos.
No menos grave resulta el
hecho de que los sistemas sociales de despilfarro de los países
tecnológicamente más avanzados funciones mediante el consumo de ingentes
recursos naturales aportados por el Tercer Mundo. De este modo el
problema de las relaciones dentro de la humanidad es paradójicamente
doble: algunas clases sociales - la de los países de baja tecnología en
particular - sufren los efectos del hambre, el analfabetismo y las
enfermedades, pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que
asientan su exceso de consumo en el sufrimiento de los primeros, tampoco
están racionalmente alimentados ni gozan de una auténtica cultura o de
una vida espiritual o físicamente sana. Se debaten en medio de la
ansiedad y del tedio y los vicios que produce el ocio mal empleado.
El espejismo de la tecnología
Lo
peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados o
por la falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales
para el hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a
agravarse, mientras un fantasma - el hombre- recorre el mundo devorando
55 millones de vidas humildes cada 20 meses, afectando hasta países que
ayer fueron graneros del mundo y amenazando expandirse de modo fulmíneo
en las próximas décadas. En los centros de más alta tecnología se
anuncia entre otras maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos
láser y que las amas de casa harán compras por televisión y las pagarán
mediante sistemas electrónicos. La separación dentro de la humanidad se
está agudizando de modo tan visible que perece que estuviera constituida
por más de una especie.
El ser humano cegado por el espejismo
de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su
existencia. Y así, mientras llega a la luna gracias a la cibernética, la
nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de
conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira el agua
que bebe, y el suelo que le da de comer y eleva la temperatura
permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas. Ya
en el colmo de su insensatez, mata el mal que podía servirle de última
base de sustentación.
Después de la tierra, el mar ...
En
el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de 200
especies animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar las especies
marinas. Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas de
los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en
cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados
como por el petróleo involuntariamente derramado. Solo el petróleo
liberado por los buques cisterna hundidos ha matado en la última década
cerca de 600.000 millones de peces. Sin embargo seguimos arrojando al
mar más desechos que nunca, perforamos miles de pozos petrolíferos en el
mar o sus costas y ampliamos al infinito el tonelaje de los petróleos
sin tomar medidas de protección de la fauna y flora marinas.
...Y el agua potable
La
creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades, es bien conocida,
aunque muy poco se ha hecho para disminuirla. En cambio, todavía existe
un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado
por el despilfarro de agua dulce, tanto para el consumo humano como para
la agricultura. La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en
desiertos extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han
pasado a ser desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías
de comunicación. Al mismo tiempo la erosión provocada por el cultivo
irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido
en un problemas mundial, y se pretende reemplazar con productos químicos
el ciclo biológico del suelo, uno de los más complejos de la
naturaleza. Para colmo muchas fuentes naturales han sido contaminadas;
las reservas cuando nos quedaría como último recurso la desalinización
del mar nos enteramos que una empresa de este tipo, de dimensión
universal, exigiría una infraestructura que la humanidad no está en
condiciones de financiar y armar en este momento.
Alimentos y armas
Por
otra parte, a pesar de la llamada revolución verde, el Tercer Mundo,
todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume,
y para llegar a su autoabastecimiento necesita un desarrollo
industrial, reformas estructurales y la vigencia de una justicia social
que todavía está lejos de alcanzar. Para colmo, el desarrollo de la
producción de alimentos sustitutivos está frenada por la insuficiencia
financiera y las dificultades técnicas.
Por supuesto todos estos
desatinos culminan con una tan desenfrenada como irracional carrera
armamentista que le cuesta a la humanidad 200.000 millones de dólares
anuales.
A este maremagnum de problemas creados artificialmente
se suman el crecimiento explosivo de la humanidad. El número de seres
humanos que puebla el planeta se ha duplicado en el último siglo y
volverá a duplicarse para fines del actual o comienzos del próximo, de
continuar la actual " ratio " de crecimiento. De seguir por este camino,
en el año 2.500 cada ser humano dispondrá de solo metro cuadrado sobre
el planeta. Esta visión global está lejana en el tiempo, pero no difiere
mucho de la que ya corresponde a las grandes urbes, y no debe olvidarse
que dentro de 20 años más de la mitad de la humanidad vivirá en
ciudades grandes y medianas.
Política demográfica
Es
indudable pues, que la humanidad necesita tener una política
demográfica. La cuestión es que aún poniéndola en práctica, ya por el
retardo con que comenzaremos,. no producirá sus efectos antes del fin de
la década en materia educativa, y antes de fin de siglo en materia
ocupacional. Y que además la política demográfica no produce los efectos
deseados sino va acompañada de una política económica y social
correspondiente. De todos modos, mantener el actual ritmo de crecimiento
de la población humana es tan suicida como mantener el despilfarro de
los recursos naturales en los centros altamente industrializados donde
rige la economía del mercado, o aquellos países que han copiado sus
modelos de desarrollo. Lo que no debe aceptarse es que la política
demográfica esté basada en la acción de píldoras que ponen en peligro la
salud de quienes la toman o de sus descendientes
Qué hacer
Si
se observan en su conjunto los problemas que se nos plantean y que
hemos enumerado, comprobaremos que provienen tanto de la codicia y la
imprevisión humana, como de las características de algunos sistemas
sociales, del abuso de la tecnología, del desconocimiento de las
relaciones biológicas y de la progresión natural del crecimiento de la
población humana. Esta heterogeneidad de causas debe dar lugar a una
heterogeneidad de respuestas, aun que en última instancia tenga como
denominador común la utilización de la inteligencia humana. A la
irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la
racionalidad del deseo de supervivencia.
Para poner freno e invertir la marcha hacia el desastre es menester aceptar algunas premisas:
1.
Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres,
especialmente en los dirigentes de los países más altamente
industrializados; una modificación de las estructuras sociales y
productivas en todo el mundo, en particular en los países de alta
tecnología donde rige la economía de mercado, y el surgimiento de una
convivencia biológica dentro de la humanidad y entre la humanidad y el
resto de la naturaleza.
2. Esa revolución mental implica
comprender que el hombre no puede reemplazar a la naturaleza en el
mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general; que la tecnología
es un arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite y
que incluso habrá que renunciar alguna de las comodidades que nos ha
brindado la civilización; que la naturaleza debe ser restaurada en todo
lo posible que los recursos naturales resultan aceptables y por lo tanto
deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre; que el
crecimiento de la población es aumentar la reducción y mejorar la
distribución de alimentos y la difusión de servicios sociales como la
educación y la salud pública, y que la educación y el sano esparcimiento
deberán reemplazar el papel que los bienes y servicios superfluos
juegan actualmente en la vida del hombre.
3. Cada nación tiene
derecho al uso soberano de sus recursos naturales . Pero, al mismo
tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir, a sus ciudadanos el
cuidado y utilización racional de los mismos. El derecho a la
subsistencia individual impone el deber hacia la supervivencia
colectiva, ya se trate de ciudadanos o pueblos.
4. La
modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo
implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor
básico de sociedad alguna. y que la justicia social debe exigirse en la
base de todo sistema, no solo para el beneficio directo de los hombres
sino para aumentar la producción de alimentos y bienes necesarios;
consecuentemente, las prioridades de producción de bienes y servicios
deben ser alteradas en mayor o menor grado según el país de que se
trate. En otras palabras: necesitamos nuevos modelos de producción,
consumo, organización y desarrollo tecnológico que, al mismo tiempo que
den prioridad a la satisfacción de las necesidades esenciales del ser
humano, racionar el consumo de recursos naturales y disminuyan al mínimo
posible la contaminación ambiental.
5. Necesitamos un hombre
mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo. No se puede construir
una nueva sociedad basada en el pleno desarrollo de la personalidad
humana en un mundo viciado por la contaminación del ambiente exhausto y
la sed y enloquecido por el ruido y el hacinamiento. Debemos transformar
a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del
futuro.
6. El crecimiento de la población debe ser planificado,
en lo posible de inmediato, pero a través de métodos que no perjudiquen
la salud humana, según las condiciones particulares de cada país (esto
no rige para la Argentina, por ejemplo) y en el marco de políticas
económicas y sociales globalmente racionales.
7. La lucha contra
la contaminación del ambiente y de la biosfera, contra el despilfarro
de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de la ciudades,
debe iniciarse ya a nivel municipal, nacional e internacional. Estos
problemas, en el orden internacional, deben pasar a la agenda de las
negociaciones entre las grandes potencias y a la vida permanente de la
Naciones Unidas con carácter de primera prioridad. Este, en su conjunto,
no es un problema más de la humanidad; es el problema.
8. Todos
estos problemas están ligados de manera indisoluble con la justicia
social, el de la soberanía política y la independencia económica del
Tercer Mundo, y la distensión y la cooperación internacional.
9-
Muchos de estos problemas deberán ser encarados por encima de las
diferencias ideológicas que separan a los individuos dentro de sus
sociedades o a los Estados unidos dentro de la comunidad internacional.
Nosotros los del tercer mundo
Finalmente deseo hacer algunas consideraciones para nuestros países del Tercer Mundo:
1-
Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la
voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para
alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los
centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado. Ya no
puede producirse un aumento en gran escala de la producción alimenticia
del Tercer Mundo sin un desarrollo paralelo de las industrias
correspondientes .Por eso cada gramo de materia prima que se dejan
arrebatar hoy los países del Tercer Mundo equivale a kilos de alimentos
que dejarán de producir mañana .
2- De nada vale que evitemos el
éxodo de nuestros recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de
desarrollo , preconizados por esos mismos monopolios , que significan
la negación de un uso racional de aquellos recursos .
3- En defensa de sus intereses , los países deben propender a las integraciones regionales y a la acción solidaria .
4-
No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los
países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y
de participación popular en la conducción estará en condiciones de
enfrentar las angustiosamente difíciles décadas que se avecinan.
La Humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma.
En
esta tarea gigantesca nadie puede quedarse con los brazos cruzados. Por
eso convoco a todos los pueblos y gobiernos del mundo a una acción
solidaria.